miércoles, 14 de agosto de 2013

PASOS DE BAILE


De niña, recuerdo haber visto por la tele a Abimael Guzmán Reinoso, líder del grupo revolucionario peruano "Sendero luminoso", siendo llevado a la prisión de la base naval de la marina de Guerra del Perú. La imagen de un hombre que iba de un lado a otro de su jaula, vestido de preso, alzando el dedo y soltando un discurso, me sobrecogió.

Años después, mi padre me recomendó que viera "Pasos de baile", primera incursión en el campo de la dirección del actor John Malcovich. Se basa en la novela del mismo nombre, cuyo escritor, Nicholas Shakespeare, se encargó también del guión. El mismo hace un seguimiento de la investigación de Agustín Rejas (Javier Bardem), un honesto e idealista policía, que trata de capturar al misterioso "Ezequiel", personaje basado en la figura de Abimael.



John Malcovich tardó casi seis años en producir su película. Se interesó por la historia tras sufrir, durante su estancia en Perú, uno de los apagones generados por el "Sendero luminoso". Se interesó por la novela de Shakespeare al poco tiempo, y compró los derechos, confiándole también el libreto. La intención de Malcovich no era la de dar un discurso político, si no tratar el terrorismo y su germen. Para ello prescindió de concretar el país o lugares donde se desarrolla la trama, centrándose más en los personajes y su historia. La mayoría de los detalles sobre el grupo terrorista (los perros colgados y cargados de dinamita, las ejecuciones, los carteles intimidatorios...) y de la investigación y captura de Ezequiel son fieles a lo acontecido en Perú.

El resultado es un atípico thriller que goza de una atmósfera y lenguaje propios, de un ritmo y una ambientación envidiables, sin caer en estridencias de ningún tipo. La cámara de Malcovich sigue la misma pauta, de forma que se hace una narradora casi imperceptible salvo en momentos de auténtica poesía, como el baile de la hija de Rejas (una secuencia joya), también la fotografía de Jose Luís Alcaine contribuye a crear una imagen contrastada, reflejo del miedo y la tensión que se vivió en el país.

Malcovich trató al personaje de Ezequiel (Abel Folk) como un fantasma que apenas se ve, pero está en todas partes, dándole una presencia que intimida, al ver a sus seguidores cometer atentados de todo tipo en su nombre. Sin duda, una manera muy inteligente de tratar al malo de la película, cuando se juega con la desventaja de que el final de la historia sea tan conocido.


Pero el mayor acierto del director, fue contar con Javier Bardem como protagonista. Era de esperar que un actor de la talla de Malcovich hiciera una labor memorable con la dirección del elenco, pero el tandem Malcovich y Bardem está a otro nivel. Nos brinda a un protagonista sin fisuras, sin adulterar, idealista, consecuente, tierno, honesto y valiente. Un policía que renunció a la abogacía tras oír a un colega afirmar que la justicia es sólo uno de los objetivos del derecho, y que busca hacer el bien por otro camino. El tipo de personaje que puede llevar el peso de toda la historia.
Sin embargo, como ya hemos comentado en otras ocasiones, no todos los actores pueden llevar ese peso. Huelga decir que Bardem puede con lo que sea,y en este caso concreto, hace gala de ello con una actuación contenida, tierna, segura, discreta aunque fulminantemente expresiva, que se convierte (a nuestro juicio) en su mejor papel hasta la fecha.

La italiana Laura Morante, el personaje femenino del film, también nos brinda una buena interpretación de una profesora de baile que se convertirá en el anhelo de Rejas. El resto del elenco está también elegido con acierto, como Elvira Mínguez y Juan Diego Botto.


El primer trabajo del protagonista de "Las amistades peligrosas", al contrario de otras críticas que he leído y que la califican de irregular y lenta, me resulta arriesgado y valiente, inquieto y emotivo a un tiempo, modesto cuando la historia lo requiere, pero aprovechando los momentos de lucimiento, como el montaje de imágenes mientras el equipo de Rejas ennumera las acciones cometidas por el grupo revolucionario, la secuencia de presentación, o cuando aprovecha la maravillosa "Who knows where the times goes" de Nina Simone para ambientar la secuencia final, bellísima (aunque me repita).
A pesar de que con un Bardem tan inmenso, ni si quiera al gran actor que es su director se le echa en falta, y aunque quedarse tras la cámara probablemente haya sido un acierto, queda esa cuestión en el aire de cómo habría sido tener a ambos Malcovich en la misma producción, delante y detrás de la cámara.

TEXTO: CRISTINA MARTÍN










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